La boca se nos llenaba de risas


“La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares” (Sal 125,2). En un primer momento este verso me parecía poco comprensible a un nivel profundo. Me sonaba a una expresión superficial de una vida en la que todo salía bien. Aún así quise tomarlo para mi oración, como acostumbro hacer, después de haberlo recitado en la hora canónica de vísperas. Vine a entender al vivirlo en ese momento de la oración, en esa intuición amorosa, que mi voluntad se llenaba de satisfacción al contemplar la obra de Dios en mi vida, era Dios el que obraba en mí, y así todo mi ser se llenaba de gozo, de risas. Era Dios quien dirigía mis pasos, cambiaba mi suerte. Me atraía hacia Él. Era el Padre que me hacía descubrir, llevándome a Cristo, mi filiación divina. Por eso tal gozo, no podía expresarse sino en una lengua llena de cantares, de vida armónica que sintonizaba con la obra de Dios en perfecta armonía.

F. Brändle