Propondré mi problema al son de la cítara

David y Saul, Rembrandt, 1653, Mauritshuis, La Haya

“Propondré mi problema al son de la cítara” (Sal 48,5). Tomé este verso para repetirlo en mi oración. Mi intención no era descubrir problema alguno, ni por supuesto escuchar alguna música, era simplemente abrirme a la presencia amorosa de Dios, con este verso por fondo. Al hacerlo se me fueron abriendo intuiciones, que dejé discurrieran alentando mi oración silenciosa, y la presencia amorosa de Dios. Mi vida siempre está ante Dios, ella es la gran verdad puesta en su mano, para que la resuelva. Ese era el problema que habría de proponer. Y ello sucedería así si en ella se dejaba oír la armonía que su Espíritu pone siempre al mover la creación y la historia. Con ello descubrí que el Espíritu tendría que despertar en mí esa preciosa armonía con la que se construía mi vida ante Dios.

F.Brändle

No has dejado que mis enemigos se rían de mí

Jacopo Bassano 1590 Museo de Bellas Artes, Boston

“No has dejado que mis enemigos se rían de mí” (Sal 29,2). Cuando tomé este verso como alentador de mi oración no atravesaba situación alguna que me preocupase, simplemente me dejé llevar por lo que se afirmaba, que Dios no permitiría que fuera ocasión de burla, y así me adentré en la oración silenciosa. En el transcurso de la misma se me fue descubriendo que el engaño, el reírse de mí, no tenía que buscarlo fuera, mis enemigos estaban dentro de mí. Que Dios me salvaba de ser engañado por mí mismo. Creció en mí la confianza en este Dios que me conoce mejor que yo mismo y que en su amor insondable no iba a permitir que yo al fin me burlase de mi mismo. Descubrir esta verdad: que yo puedo ser el que me esté engañando porque en mis ideas, proyectos, deseos se encuentren esos enemigos que se ríen de mí, me permitió descansar en Dios-amor que sostiene mi vida, que vela sobre mí. F.Brändle

Llene la tierra tu gloria

“Llene la tierra tu gloria, para que se salven tus predilectos” (Sal 107, 6-7). Al comenzar mi oración, sentí que debía unir estos dos versos para vivir ese momento. No era nada extraño en este tiempo de Pascua descubrir la gloria de Dios que todo lo llena, pero la consecuencia se me hizo patente al unir estos dos versos: “para que se salven tus predilectos”. “Tus predilectos” entendía eran todos los hombres, a los que amas incondicionalmente. Si tu gloria, tu luz, llena la tierra, es evidente que se hará luz para todos. No habrá espacios sin luz, tu gloria llena la tierra. Dejarse inundar de esa luz es la verdadera salvación, que ha de alcanzar a todos. Mi oración se fue llenando de esa esperanza y abriéndose más y más a esa petición: “llene la tierra tu gloria”. No es fácil en las circunstancias que vivimos descubrir esa presencia luminosa, pero nuestra visión teologal de la realidad no nos la puede ocultar. Mi oración fue discurriendo en esa súplica: “Llene la tierra tu gloria, para que se salven tus predilectos”.

F. Brändle

La boca se nos llenaba de risas

“La boca se nos llenaba de risas, la lengua de cantares” (Sal 125,2). En un primer momento este verso me parecía poco comprensible a un nivel profundo. Me sonaba a una expresión superficial de una vida en la que todo salía bien. Aún así quise tomarlo para mi oración, como acostumbro hacer, después de haberlo recitado en la hora canónica de vísperas. Vine a entender al vivirlo en ese momento de la oración, en esa intuición amorosa, que mi voluntad se llenaba de satisfacción al contemplar la obra de Dios en mi vida, era Dios el que obraba en mí, y así todo mi ser se llenaba de gozo, de risas. Era Dios quien dirigía mis pasos, cambiaba mi suerte. Me atraía hacia Él. Era el Padre que me hacía descubrir, llevándome a Cristo, mi filiación divina. Por eso tal gozo, no podía expresarse sino en una lengua llena de cantares, de vida armónica que sintonizaba con la obra de Dios en perfecta armonía.

F. Brändle

Cuando me acuerdo de Dios

“Cuando me acuerdo de Dios, gimo” (Sal 76,4). Al escoger este verso para la oración, en este tiempo de Pascua, no me parecía lo más oportuno, pero en mi interior sentía necesidad de repetir este verso. Y con él me adentré en mi oración. Comencé a descubrir que el gemido que me traía el acordarme de Dios, era sumamente entrañable. Tantas son las situaciones en que ese recuerdo de Dios te libera, pudiendo gemir en sus brazos que te llenan de confianza. Volver la mirada al resucitado era caer en la cuenta de que el Dios que nos revela está lleno de ternura, que cuida de nosotros, que nos ha contado los cabellos de nuestra cabeza y no deja que se pierda ni uno solo. ¿Cómo no gemir de confianza y consuelo ante tal Padre? Pude descubrir que nuestra vida esta llena de ocasiones en las que el recuerdo de Dios nos abre a un gemir consolador.

F. Brändle.

alzaré las manos invocándote

“Toda mi vida te bendeciré y alzaré las manos invocándote” (Sal 62,5) Al repetir este verso durante mi oración en silencio me parecía descubrir el gran sentido de la vida, hacer de ella una bendición del Señor. Porque yo le bendeciré, porque Él no dejará de ser mi perpetua bendición. Encontré en ello el mejor modo de celebrar la resurrección. El alzar de las manos era una forma de clamar al Señor para bendecirlo, para manifestar nuestro amor y agradecimiento. En este clima de gozo pascual cobraban todo su sentido estos versos que me ayudaban a quedar en un silencio contemplativo, envuelto en el amor de Dios que me permitía descubrir mi vida como bendición.

F. Brändle

Señor, por tu bondad

La Resurrección de Cristo, El Greco, 1597, Museo del Prado

“Señor, por tu bondad, favorece a Sión, reconstruye las murallas de Jerusalén” (Sal 50,20). Con este verso quise ayudarme en mi oración silenciosa para mantener la atención amorosa. Me identifiqué con los sentimientos de Jesús que contemplaba a Jerusalén, próximo el momento de ser destruida. Mis sentimientos se abrieron a tantas situaciones humanas abocadas al fracaso por no tener un sentido trascendente, por vivirse de modo cerrado y materialista. Con un corazón abierto esperaba de nuevo que Dios abriera a la humanidad un futuro, el que se descubre cuando su presencia se hace viva entre los hombres. La oración es el medio para alcanzarlo, viví mi oración como esa gracia de poder colocar a Dios en el centro de la ciudad, símbolo de la nueva humanidad.

F.Brändle

Desde su templo el escuchó mi voz

Cristo Abrazado a la Cruz, El Greco, Museo Metropolitano, NY

“Desde su templo el escuchó mi voz” (Sal 17, 7) Fácil me resultó identificar a Jesús con el templo. En Él Dios se hace presente. Mi oración, al estilo teresiano, se anclaba en la Humanidad de Cristo, donde Dios se hace presente. La segunda parte del verso también me llenó de luz, mi voz se hacía solidaría con la de todos los hombres, no me sentí clamando fuera de esa humanidad de la que soy miembro. Entendí y vi claro en mi oración, que en la Humanidad de Cristo se hacía Dios presente, en mí se hacía presente esa humanidad necesitada a la que Cristo se une, y nos pide que cada uno de nosotros nos solidaricemos con todos. Sí; Jesús, templo de Dios, donde nos escucha, quiere oír nuestra voz, está atento a ella. Debemos clamar, pues, en nombre de toda la humanidad, con estos sentimientos viví mi oración.

F. Brändle

Hazme oír el gozo y la alegría

San Juan Bautista, Leonardo da Vinci, 1515, Louvre

“Hazme oír el gozo y la alegría” (Sal 50,10). Con esta súplica quise vivir mi oración. Me recogía saber que no se trataba de sentir el gozo y la alegría, se trataba de saber oír. Mi oración me iba llevando a descubrir que para poder celebrar el gozo, sentirlo de veras, tendría que saber primero, porque se me revelaba por el oído, lo que era el gozo y la alegría. Mi oración, repitiendo este verso, se hizo presencia de Dios, que dándome a vivir su amor me revelaba lo que era el gozo y la alegría. Era un gozo y una alegría revelado, no descubierto en gozos efímeros que puede traer la vida, nada se le podía comparar a este gozo y alegría revelados por Dios.

F. Brändle.

La justicia marchará ante Él

“La justicia marchará ante Él, la salvación seguirá sus pasos¨(Sal 84,14). Al tomar el versículo para mi oración, que repetido me sumergiera en la noticia amorosa de Dios, sentí Dios me envolvía en su salvación. Venía trayendo justicia, salvación auténtica. La que nace de la gratuidad de su amor. Con su amor iba creando un mundo de justicia y que definía muy bien su paso entre nosotros. Sí, creía y veía que la justicia marchaba ante Él, pero al mismo tiempo no pasaba en vano, se iba haciendo salvación para todos. Acercarme a Dios al que precede la justicia, me permitía encontrarme con la salvación verdadera. Me sentía salvado por su misericordia. Así pude vivir mi tiempo de oración envuelto en Dios que abría para mi ese espacio de salvación y vida.

F. Brändle