“Propondré mi problema al son de la cítara” (Sal 48,5). Tomé este verso para repetirlo en mi oración. Mi intención no era descubrir problema alguno, ni por supuesto escuchar alguna música, era simplemente abrirme a la presencia amorosa de Dios, con este verso por fondo. Al hacerlo se me fueron abriendo intuiciones, que dejé discurrieran alentando mi oración silenciosa, y la presencia amorosa de Dios. Mi vida siempre está ante Dios, ella es la gran verdad puesta en su mano, para que la resuelva. Ese era el problema que habría de proponer. Y ello sucedería así si en ella se dejaba oír la armonía que su Espíritu pone siempre al mover la creación y la historia. Con ello descubrí que el Espíritu tendría que despertar en mí esa preciosa armonía con la que se construía mi vida ante Dios.
F.Brändle